MÁS ALLÁ DE LA
IGUALDAD: GÉNERO Y COOPERATIVISMO
Ana Isabel Delso. Coordinadora de la AMECOP y miembro del Departamento de la Mujer de la COCETA.
Publicamos la ponencia presentada por el Departamento de la Mujer de COCETA en el V Congreso estatal de Cooperativismo.
"Hay temas complejos de justicia social, muchos de los cuales las cooperativas han intentado solucionar históricamente y deben seguir haciéndolo. Uno de ellos tiene que ver con las desigual posición de las mujeres en todo el mundo, Las mujeres son desproporcionadamente evidentes entre los pobres; proporcionan más que su parte de mano de obra, remunerada, infrarremunerada y no remunerada, en la mayoría de las economías su capacidad de controlar sus propias vidas es a menudo muy limitada."
Estas palabras se incluyen en la Declaración de Manchester de la ACI sobre la identidad y cultura cooperativa ( 1995).
Se cumplen ahora 80 años desde que surgió en 1921 el Gremio Internacional de Mujeres Cooperativistas. El origen de este movimiento se gestó en el Reino Unido en 1883, desde un colectivo de mujeres cooperativistas, profundamente implicadas en los cambios económicos y sociales que se estaban desarrollando, potenciando la emancipación
de la mujer y una mayor participación en la vida pública y el desarrollo social y económico.
Continuando esta labor encontramos grupos de mujeres organizadas en diferentes Federaciones cooperativas y constituyendo asociaciones propias, Una de las expresiones de este movimiento organizado es el Departamento de la Mujer de COCETA.
El Departamento de la Mujer de COCETA surge en 1996 a iniciativa de un grupo de mujeres cooperativistas de todo el Estado ante la continua demanda externa e interna para abordar el posicionamiento del cooperativismo en cuanto a la igualdad entre hombres y mujeres.
No hace falta recordar en este espacio cuáles son los valores y principios que sustentan al cooperativismo, pero sí destacar la importancia que los mismos tienen para guiar la generación de otro tipo de relaciones económicas que tengan como centro a la persona y no al capital. Es en este aspecto en el que cobra la máxima importancia hablar de igualdad de géneros en la economía y en el cooperativismo. Veamos por qué.
Situación de las mujeres corno socias y trabajadoras de Cooperativas de Trabajo
Asociado.-
Si hacemos un somero análisis de la participación de hombres y mujeres en el cooperativismo veremos que destacan varias cosas:
1. La presencia de las mujeres en el empleo cooperativo es muy superior a la participación femenina en otras formas de empleo. En el cooperativismo un 49% de la plantilla son mujeres. En el mercado laboral general las mujeres ocupadas suponen el 35,6%.
2. Son el 42% de l@s soci@s. Es decir, tienen más probabilidades de estar en las cooperativas como asalariadas y no como socias trabajadoras con poder de decisión.
3. Las formas de contratación son más precarias: el 61% de las personas con contratos temporales en las cooperativas son mujeres. Tan sólo un 31% de los asalariad@s fij@s son mujeres. El mercado laboral general suponen las ocupadas fijas son el 34,76%.
4. Existe segregación horizontal: las mujeres se emplean sobre todo en cooperativas de servicios. Suponen el 62% de la mano de obra en el sector servicios y tan sólo el 36% en el sector industrial. Además su presencia en el sector industrial se concentra básicamente en la industria textil y de confección. En este aspecto también encontramos similitudes con otras formas societarias.
5. En cuanto a categorías profesionales, las mujeres se encuentran empleadas sobre todo en las categorías de trabajadoras cualificadas y no cualificadas, mientras que en las categorías superiores los varones están
sobre-representados. Si analizamos este aspecto en un sector particularmente feminizado, como es el de la iniciativa social, vemos que esta realidad se mantiene los varones
representan el 40% de los directivos y mandos intermedios, técnicos y coordinadores, a pesar de tener una
presencia minoritaria en estas cooperativas.
6. Por último, hay que destacar también la mayoritaria presencia de las mujeres en jornadas a tiempo parcial. Aproximadamente el 65% de las personas con contratos a tiempo parcial son mujeres'. En otras formas de empleo encontramos que son el 75,16%.
Es indudable por tanto que el cooperativismo es más igualitario y menos discriminatorio que el mercado general en cuanto a acceso al empleo por parte de las mujeres. Se trata de un sector que discrimina menos en la selección y en la incorporación, ya que hay prácticamente una presencia equilibrada de hombres y mujeres (casi el 50%).
En el resto de las situaciones (tipo de contrato, estabilidad en el empleo.... ) las mujeres socias y trabajadoras de cooperativas encuentran las mismas dificultades que sus homólogas en otras empresas. Los datos presentados no son otra cosa que el reflejo de las dificultades generales que tienen las mujeres en el mercado laboral.
Los obstáculos se reflejan tanto en las condiciones de incorporación como en las formas que adopta el empleo femenino.
¿Cuáles son las causas?
Segregación horizontal: el arraigo de los prejuicios.~
Como hemos visto, el empleo femenino se concentra en el sector servicios y
mayoritariamente en actividades de atención a personas, limpieza,
hostelería. En cambio, en industrias "duras” como industrias del
metal o de automoción su presencia es casi anecdótica.
La causa de esta segregación por profesiones u oficios es que sigue funcionando el prejuicio sobre las capacidades de varones y mujeres para el desempeño de determinadas actividades. Aunque se aprecia una evolución en este sentido (relacionada con la evolución de la tecnología que relega la fuerza física a un segundo plano e incluso la elimina como factor) subsisten prejuicios que dificultan la contratación de mujeres en determinados sectores vinculados a las industrias tradicionales y a actividades consideradas masculinas.
Estos prejuicios también afectan en sentido inverso: se considera que por el contrario los varones no están capacitados para labores de atención y cuidado de personas. Sin embargo, hay dos consideraciones que hacer aquí:
- las profesiones u oficios dentro de esta actividad están mal remunerados y poco valorados socialmente, por lo que la demanda de empleo masculina en este sector es mucho menor y no plantea contradicciones.
- los prejuicios se eliminan más rápidamente cuando se refieren a habilidades relacionales que cuando se refieren a habilidades o destrezas relacionadas con la fuerza o con la peligrosidad, Se asocia más fácilmente a un varón en el sector servicios que a una mujer como patrona de barco de pesca de altura.
Hay que continuar por tanto luchando activamente contra la subsistencia de estos prejuicios y apostando por las capacidades individuales y por la formación.
Al mismo tiempo hay que cuestionar esa jerarquía en la valoración de las ocupaciones, Las profesiones masculinizadas son más prestigiosas y por tanto están mejor remuneradas, mientras las feminizadas tienen perores condiciones laborales y peor remuneración. Tenemos que trabajar por revalorizar la prestación de servicios derivada de la mercantilización de actividades relacionadas tradicionalmente en el ámbito reproductivo y luchar porque tengan otra consideración social y mejores condiciones laborales.
Segregación vertical.~
En el mismo sentido que en cuanto a la segregación horizontal, aunque debido a otros factores, encontramos resistencias en la promoción de mujeres como directivas o gestoras de cooperativas.
Se vincula normalmente la capacidad de liderazgo a características masculinas (independencia, directividad, agresividad, riesgo) y son las propias mujeres las que en muchas ocasiones se auto excluyen a favor de un compañero de la cooperativa. Como vemos incluso en sectores claramente feminizados
-como son las cooperativas de iniciativa social- los varones representan casi el 50% de los cargos directivos de responsabilidad.
En este sentido, hay dos estrategias a abordar: el apoyo a la capacidad de liderazgo femenina, con el fin de incrementar la auto confianza sobre las propias posibilidades y la eliminación
de prejuicios en ambos géneros sobre la gerencia o dirección como papel
masculino.
La temporalidad en el empleo y la preferencia por jornadas de trabajo reducidas: la complejidad de combinar las responsabilidades públicas y
privadas.
Interrelaciones entre ámbito público y privado: Conciliación entre vida familiar y profesional
-
Hay un elemento fundamental que sigue condicionando la participación de las mujeres en el empleo y es su exclusiva responsabilidad con las tareas del ámbito privado.
A pesar de tratarse de un trabajo invisible, el cuidado de personas dependientes y la carga de trabajo reproductivo suponen para las naciones una riqueza que no por invisibilizada deja de ser muy importante
.
La preocupación por el peso del trabajo reproductivo en la economía es reciente. A pesar de que en 1947 Kuznets ya señaló la necesidad de incluir en las contabilidades nacionales la producción de subsistencia, hasta el año 1985 durante la Conferencia de Nairobi por el Adelanto de las Mujeres, no culmina una propuesta para acabar con esa invisibilidad tanto en las estadísticas como en las contabilidades nacionales.
Más tarde el Comité de Expertos de Naciones Unidas propone en Santo Domingo en 1986 el desarrollo de cuentas satélite, complementarias al PIB (Producto Interno Bruto). Y en 1995, en la Conferencia de Pekín, los Gobiernos se comprometen a modificar la interpretación de su propia
estructura económica a través de la cuantificación y valoración del trabajo no remunerado.
Como resultado de estos esfuerzos, obtenemos los siguientes datos: según un estudio realizado por Mª Ángeles Durán (DURÁN, 2000), si se contabilizase el trabajo reproductivo realizado por las mujeres españolas el PIB nacional se incrementaría en un 60.9%, es decir pasaría de 73.571.739 de Pts. actuales a 118.376.928 de Pts.
Esta aportación no sólo no es reconocida socialmente, sino que condiciona las formas que adopta el empleo femenino en el mercado. Las transformaciones que se están produciendo en la interrelación entre ámbito público y privado van en el sentido de que las mujeres se adapten al mercado, sin cuestionar cómo debe cambiar el ámbito doméstico al mismo tiempo.
La estructura de¡ mercado de trabajo y la sociedad siguen funcionando sobre la base de que la mujer es quien se ocupa del hogar y la familia, y el hombre quien se encarga del bienestar económico. Tal actitud está en conflicto con la nueva realidad. Las familias monoparentales y las familias en las que trabajan los dos miembros de la pareja son cada vez más numerosas, mientras que el número de unidades familiares con un solo sueldo ha disminuido de forma espectacular.
La sociedad sigue considerando que son básicamente las mujeres las que tienen que hacer frente a las exigencias de empleo y responsabilidades familiares.
La carga global de trabajo en la sociedad refleja muy bien el obstáculo que esta división de papeles supone para las mujeres. Según datos obtenidos por Mª Ángeles Durán la jornada real de trabajo (remunerado más no remunerado) a lo largo del año es casi el doble que para las mujeres (un promedio de 56.07 horas a la semana) que para los hombres (36.43 horas como
promedio). Los varones sólo desarrollan un tercio del trabajo total requerido para mantener la sociedad española en los niveles de bienestar que actualmente disfruta. El nivel de vida del país se mantiene gracias a la aportación de una enorme cantidad de trabajo no remunerado, del que se adscribe a las mujeres el 80%.
Una de las estrategias generadas por las mujeres ha sido precisamente incorporarse al mercado laboral con jornadas a tiempo parcial (si recuerdan el dato: el 65% de los contratos a tiempo parcial en las cooperativas son empleos femeninos), lo que les permite conciliar empleo y trabajo reproductivo, es decir: que siguen asumiendo casi en exclusiva la carga del trabajo reproductivo Que esta sea una estrategia elegida por las mujeres y que no se haya producido en la sociedad por el momento un debate sobre este tema no quiere decir que esta situación no genere contradicciones y desigualdades tanto en torno al empleo como en torno al trabajo reproductivo.
El eufemismo de conciliación oculta en realidad una desigual situación en cuanto a opciones de incorporación al empleo, de promoción en el mismo, de remuneración salarial, de obtención de prestaciones por vía contributiva y, obviamente, una desigual situación en cuanto al trabajo reproductivo, no sólo
no remunerado sino además muy desvalorizado socialmente.
El discurso de la conciliación va dirigido a las mujeres, cuando en la esfera privada estamos todos /as: varones y mujeres.
El cooperativismo debe comprometerse con un proyecto de igualdad real, que visibilice el trabajo reproductivo, que refleje el valor del mismo en la sociedad y, en consecuencia, debe proponer la generación de mecanismos para que socios y socias participen y trabajen en
igualdad
.
Perspectivas de futuro.~
1.La apuesta por la igualdad
Las primeras propuestas que surgen desde las mujeres organizadas en el cooperativismo van encaminadas a superar las desigualdades existentes y a alcanzar las mismas condiciones que los varones en cuanto a empleo y condiciones laborales.
En este sentido, se defiende la creación de medidas correctoras a las situaciones de desequilibrio, la implantación de acciones positivas, la superación de prejuicios, la apuesta por la formación y la cualificación como herramientas de promoción del empleo femenino y de la mejora de las condiciones laborales.
Muchas de las actuaciones que se realizan desde las Federaciones cooperativas,
los Departamentos y Áreas de la Mujer y desde las Asociaciones de Mujeres van en esta línea. Proyectos como la revista Cuadernos de Mujer y Cooperativismo del Departamento de la Mujer y AMECOOP, Jornadas sobre Mujeres y Cooperativismo, el proyecto
Carme en Valencia, la Guía para la Coeducación en las cooperativas de AMECOOP, son ejemplos de las estrategias generadas en el entorno cooperativo para sensibilizar sobre esta realidad y sumar esfuerzos a estos objetivos.
En este sentido, dos propuestas son ineludibles para el movimiento cooperativo:
-Incluir la equidad de género como un elemento de calidad en los planes empresariales.
-Incorporar medidas en los planes estratégicos para alcanzar la igualdad de género, en todos los ámbitos del empleo cooperativo y de la toma de decisiones.
-Revisar los principios y valores cooperativos evaluando su aplicación en cuanto a la equidad de género.
2. La superación de la igualdad: propuestas desde las mujeres.
En otra línea, que va más allá de conseguir condiciones de igualdad en las empresas, hay que transformar las visones y las actitudes sobre el trabajo, el empleo y el reparto de la carga global de trabajo. No queremos una igualdad que se base en la disponibilidad total hacia el empleo relegando otras aspectos del desarrollo de la persona.
Nos cuesta incorporar en nuestras preocupaciones y en nuestros discursos estos problemas, nos cuesta tanto hacia el exterior como hacia el interior de nuestras empresas, Si hablamos de la importancia de conciliar vida familiar y laboral consideramos que se está hablando de cosas de
mujeres y por lo tanto de cosas menores. No son cosas serias, los congresos son cosas serias y hay que hablar de cosas serias. Las mujeres nos contagiamos de esta visión y seguimos sin legitimar nuestras propias necesidades.
¿Es serio hablar de que si se contabilizase el trabajo reproductivo supondría un incremento de un 60,9% del Producto Interior Bruto?.
¿Es serio hablar de que las mujeres realizan el 70% de las horas trabajadas en el mundo y que poseen el 1% de la propiedad mundial? ¿Es serio hablar de que las mujeres perciben tan sólo el 10% de los beneficios del trabajo que realizan?.
Tenemos que empezar a incorporar dentro de los espacios "serios" estas cuestiones. Y somos las mujeres quienes tenemos que legitimar en primera instancia estas preocupaciones. Tenemos que legitimar como reivindicaciones nuestras necesidades.
Nuestras necesidades no son tener disponibilidad total hacia el empleo. La disponibilidad total es una condición masculina que desde luego sitúa el listón en condiciones muy difíciles para que las mujeres con cargas familiares lo puedan igualar, pero que a además no es deseable desde el punto de vista social. Hay que trabajar por un tipo de empleo y de marco laboral que garantice unas mínimas condiciones de conciliación entre vida profesional y familiar. Queremos que se abra un debate sobre la economía al servicio de la persona (y no la persona al servicio de la economía) incorporando estas cuestiones que hasta ahora han estado fuera.
Dos instrumentos fundamentales de cooperativismo aluden a la propiedad de los medios de producción y a la toma de decisiones. Son logros imprescindibles, pero aluden a condiciones hasta hace muy poco exclusivamente masculinas
-la propiedad y el poder en la economía-. ¿Qué pasa con las cuestiones que afectan a las mujeres?, ¿qué supone priorizar a la persona y no al capital?, ¿considerar sólo los aspectos de la propiedad y la toma de decisiones?, ¿no considerar los aspectos de las condiciones laborales y la calidad de vida de las personas?.
Asistimos a una generación de ideas en el ámbito europeo sobre fórmulas alternativas a un modelo de desarrollo basado en el empleo. Crear un salario social, basado en la condición de ciudadano /a y no de empleado /a, reducción de la jornada laboral a 35 horas, reparto del empleo, son algunas de las propuestas que surgen y que reflejan la inquietud social por transformar nuestra forma de vida y nuestro modelo de desarrollo.
El debate no es sólo tener más tiempo para atender a la esfera privada, es también apoyar el desarrollo de las personas fuera del marco del empleo, situar el centro de atención en la persona y no en la obtención de beneficios. Es darle otra importancia al empleo, es situarlo como medio de vida
y no como forma de vida.
Probablemente colocar en el centro del objetivo de desarrollo el bienestar y la calidad de vida de las personas supone cuestionar el crecimiento económico sostenido y apostar por modelos económicos sostenibles. La disponibilidad total hacia el empleo impide no sólo la atención de la esfera privada
sino el desarrollo integral de las personas.
El modelo cooperativo apuesta por valores que no son puramente economicistas. Incorpora elementos éticos que debemos relacionar con situaciones sociales concretas Los valores cooperativos no pueden restringirse al ámbito de cada empresa, para que sean reales tienen que contemplar a la persona de forma integral y para ello tienen que respetar los tiempos y espacios necesarios para que los/ as trabajadores/ as cubran sus responsabilidades familiares.
Se trata de una transformación social más amplia que el mero hecho de ajustar horarios o contratar servicios para facilitar nuestro trabajo doméstico. Se trata de definir hacia dónde deben ir las propuestas de desarrollo sostenible que vinculen la producción con el respeto al entorno, un reparto de empleo y trabajo doméstico equitativo y justo, un desarrollo de la persona más equilibrado y no tan centrado en lo laboral.
1 Datos extraídos del Observatorio de Empleo de COCETA, 2000
2 Ver en Cuadernos de Mujer y Cooperativismo, nº 2 el artículo de Arantxa Rodríguez y Mercedes Larrañaga sobre este tema.
3 Estos datos incluyen a personas empleadas a tiempo completo, a medio tiempo,
desempleadas jubiladas e inactivas.
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