Mujeres en Movimiento

 

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nº 2 · 2000

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La creación de cooperativas, constituye en sí misma una propuesta que contribuye a la mejora de la calidad de vida y el desarrollo de los colectivos y de las personas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El proyecto está siriviendo para fortalecer la presencia de una Unidad de Género dentro de la Federación de cooperativas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El proyecto al que por el momento la Alianza de Mujeres ha dedicado mayores esfuerzos ha sido facilitar el acceso a crédito a las mujeres productoras

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En un contexto de progresiva concentración empresarial las cooperativas constituyen una alternativa económica que se enraiza en el territorio, trabaja por el desarrollo local, conoce las realidades y necesidades de la gente y aporta otro concepto de lo económico

 

 

MUJERES Y DESARROLLO: LA CONSTRUCCIÓN DE UNA RED.

Por Ana Delso Atalaya

Ana Delso es Coordinadora de AMECOOP e integrante de la Comisión de Cooperación al Desarrollo de la Unión de Cooperativas Madrileñas de Trabajo Asociado (UCMTA).

Cooperativismo y procesos de desarrollo.

Un primer acercamiento al mundo cooperativo revela enseguida el paralelismo existente entre cooperativismo y procesos de desarrollo. Las cooperativas se basan en los valores de ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad. La cooperación basada en un modelo de desarrollo humano contempla elementos como la equidad, igualdad, la mejora de la calidad de vida, el respeto a los derechos humanos, la democracia. La coincidencia de elementos entre estas dos propuestas hacen pensar claramente en el cooperativismo como una opción para el desarrollo de los pueblos. Es decir, la creación de cooperativas, respetando los valores y principios que sustentan el movimiento, constituye en sí misma una propuesta que contribuye a la mejora de la calidad de vida y el desarrollo de los colectivos y de las personas.

Por esta razón, los procesos de intercooperación entre cooperativas de diferentes partes del planeta no son otra cosa que la promoción de procesos de desarrollo en aquellas zonas más desfavorecidas por las desiguales relaciones políticas y económicas entre el norte y el sur, agravadas en los últimos años por la globalización económica y las exigencias del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. La fórmula cooperativa tiene un elevado grado de implantación en algunas zonas del planeta, como por ejemplo Asia o Centroamérica. El apoyo a estas cooperativas no sólo fortalece al movimiento sino que, sobre todo, contribuye a generar alternativas al modelo económico imperante, generador de profundas desigualdades entre distintas regiones del mundo y al interior mismo de los países.

Las subvenciones que con este objetivo están planteando las diferentes entidades públicas - estatales, regionales y locales- tienen como fin facilitar la creación de herramientas de cooperación al desarrollo desde distintos agentes sociales. El cooperativismo, como propuesta que busca el desarrollo y que contempla entre sus principios la intercooperación, no puede permanecer ajeno a este proceso y tiene que comprometerse, en la medida de sus posibilidades, con la mejora de las condiciones de vida en otras zonas y regiones, promoviendo la fórmula cooperativa como alternativa de desarrollo.

Acorde con este planteamiento de trabajo, AMECOOP está apoyando dos proyectos de desarrollo con cooperativas de mujeres en Centroamérica: uno en Guatemala, con la Federación de cooperativas artesanales, ARTEXCO, y otro en Honduras, con la Alianza de Mujeres de Cooperativas.

Ambos proyectos basan en la capacitación la estrategia para mejorar la situación de las cooperativas y la situación de las mujeres dentro de las mismas. Las cooperativas integradas en ARTEXCO tienen entre sus asociados a más de un 50% de mujeres. Sin embargo, en los consejos rectores y órganos de representación las mujeres son minoría, así como en los puestos de gerencia de la cooperativa. La apuesta del proyecto es mejorar la capacidad gerencial de las mujeres y apoyar su participación en los órganos de toma de decisiones.

En un país como Guatemala, con un 60% de población indígena, la participación de las mujeres en las cooperativas está condicionada no sólo por las desigualdades de género, sino por las discriminaciones que sufre la población indígena. Muchas mujeres no hablan castellano, la educación de las niñas está siempre supeditada a todo lo demás, son las primeras que ayudan en la economía familiar, se privilegia la formación de los varones. La formación por tanto debe ser un eje fundamental para mejorar la presencia de las mujeres en todos los niveles de las cooperativas, lo que redundará sin duda en el beneficio de estas.

El proyecto está sirviendo a su vez para fortalecer la presencia de una Unidad de Género dentro de la Federación de cooperativas, cuyas coordinadoras, dos mujeres de la etnia quiché y poptí, están realizando una labor inestimable para fortalecer la participación de las mujeres en las cooperativas y en las decisiones sobre hacia dónde tiene que ir el sector cooperativo artesanal en Guatemala, en concreto, y el movimiento cooperativo en general.

El objetivo del proyecto de Honduras va en esta misma línea. Amecoop tuvo la oportunidad de conocer a gran parte de las mujeres integrantes de la contraparte de esta iniciativa, la Alianza Cooperativa de Mujeres, en un encuentro celebrado en Honduras el pasado 12 y 13 de octubre.

El Encuentro, de ámbito latinoamericano, Liderazgo y Mujer Empresaria fue organizado por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) de América y por la Asociación de Mujeres Empresarias de Cooperativas (AMECOOP).

Asistieron al Encuentro 73 mujeres cooperativistas procedentes de diferentes lugares de América Latina, así como instituciones de desarrollo y representantes del Gobierno hondureño.

AMECOOP participó en este foro con el objetivo de conocer mejor los procesos que afectan al cooperativismo centroamericano, de cara a mejorar el trabajo que está realizando en este terreno y al que pretende dar continuidad.

La presencia de mujeres de cooperativas de base, principalmente de Guatemala, El Salvador y Honduras, fue la nota más atractiva y característica del Encuentro. La fuerza de la organización de las mujeres cooperativistas se reflejó sobre todo en las intervenciones y la participación de las integrantes de la Alianza de Mujeres Cooperativistas de Honduras.

 

La Alianza de Mujeres, un ejemplo de integración cooperativa.

La Alianza está conformada por cooperativas de mujeres o mixtas, que a partir del desastre provocado por el paso del huracán Mitch en Honduras unieron sus fuerzas para rentabilizar los recursos de los proyectos que cada cooperativa ponía en marcha por separado. Hoy son 12.000 mujeres las integrantes de esta alianza y continúan en el proceso de aglutinar a un número cada vez mayor de mujeres cooperativistas.

Su objetivo no es trabajar exclusivamente con mujeres, pero priorizan de forma clara la mejora de la calidad de vida de las mujeres y de su posición en la sociedad, sobre todo en lo que se refiere a acceso y control a recursos y a la participación en procesos de toma de decisiones.

El proyecto al que por el momento la Alianza de Mujeres ha dedicado mayores esfuerzos ha sido facilitar el acceso a crédito a las mujeres productoras o a las que están poniendo en marcha cualquier actividad destinada a la generación de ingresos sin posibilidades de inversión propia. El mecanismo de garantía para el préstamo es la creación de "grupos solidarios" que respaldan a la solicitante, los plazos se adaptan a las necesidades de las receptoras y, a pesar de que los créditos son pequeños, están posibilitando a muchas mujeres no sólo sacar adelante iniciativas que les aseguran la sobrevivencia, sino incluso constituir cooperativas que en el futuro se conviertan en motores de desarrollo de sus zonas.

Las claves del éxito de esta iniciativa son la adaptación de los recursos a las necesidades de las usuarias en plazos y forma y la ausencia de un aval que respalde el crédito. Los "grupos solidarios" no requieren estar conformados por personas con recursos, simplemente se exige que se comprometan a apoyar a la receptora del crédito en caso de que no pueda responder ella.

Las mujeres de la Alianza afirman tener muchas cosas que mejorar en el proceso: quieren impartir capacitación para la gestión de créditos, para la gestión empresarial, para la comercialización. Detectan asimismo necesidades básicas en sus comunidades a las que les gustaría poder dar respuesta: alfabetización, lucha contra la violencia, abuso sexual a menores, embarazo adolescente. Pero, sin quizá ser muy conscientes, están contribuyendo de una manera fundamental a cambiar la situación de las mujeres de las zonas en las que trabajan.

AMECOOP, a través del proyecto aprobado por la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid en la convocatoria de cooperación al desarrollo del año 2000, va a apoyar el trabajo de la Alianza Cooperativa de Mujeres en los procesos de formación para la gestión empresarial. A pesar de tratarse de una iniciativa muy modesta, consideramos que la red de relaciones y de trabajo que puede establecerse entre AMECOOP y la Alianza de Mujeres puede ser el comienzo de una fructífera labor de intercambio entre ambas partes.

La Alianza de Mujeres es un modelo de integración cooperativa en circunstancias muy difíciles, pero sobre todo es un ejemplo de cómo el cooperativismo puede trabajar hacia la transformación del modelo de desarrollo que tenemos y hacia la transformación de las relaciones de poder que a través de lo económico configuran esta sociedad globalizada.

Si unas mujeres de pequeñas cooperativas sin recursos pueden plantear alternativas al tradicional acceso al crédito, la unión de estrategias por parte de todo el movimiento cooperativo en su conjunto quizá pueda ofrecer resultados más alentadores y perdurables en el tiempo. Bien es cierto que la Alianza tiene un cierto margen de actuación (por el momento las grandes entidades de crédito "le dejan" este pequeño espacio económico, al que no deben considerar rentable) precisamente por tratarse de créditos muy pequeños y por la imperante necesidad que tiene Honduras de apoyar cualquier estrategia de sobrevivencia que aparezca. Pero eso no invalida la estrategia ni los efectos positivos que puede tener no sólo para las mujeres beneficiarias, sino sobre todo para el cooperativismo como movimiento de transformación social y económica.

 

La construcción de una red.

Los proyectos de cooperación son sobre todo, o al menos lo deben ser, herramientas para el fortalecimiento de los procesos de organización de la sociedad civil. Los proyectos de cooperación no salvan la vida de la gente, las sociedades sobreviven sin la cooperación y lo que esta aporta es un mínimo grano de arena respecto a los impactos que tienen las políticas económicas y comerciales entre los bloques ricos y pobres del planeta. Lo que sí pueden potenciar los proyectos de organización es la articulación de relaciones entre contrapartes (co-responsables de los procesos, con un ideario común, con objetivos comunes) y, en el caso del cooperativismo, entre organizaciones que pertenecen a uno de los pocos movimientos que tiene presencia en todos los puntos del planeta.

El movimiento cooperativo está vivo y aporta desde cada rincón del mundo nuevas experiencias que pueden ir nutriendo propuestas transformadoras que contrarresten el modelo único y el "pensamiento único". En un contexto de progresiva concentración empresarial y surgimiento de macro-corporaciones transnacionales, las cooperativas constituyen una alternativa económica que se enraiza en el territorio, trabaja por el desarrollo local, conoce las realidades y necesidades de la gente y aporta otro concepto de lo económico. Encontrar el espacio de ese tercer sector es un reto que se puede construir desde las más diversas experiencias. Desde esta concepción es desde la que AMECOOP trabaja en cooperación al desarrollo: con el objetivo de construir una red de mujeres cooperativistas con imaginación, capaces de generar propuestas alternativas que exploren las posibilidades del tercer sector incorporando la visión de las mujeres.

 

 

 

 

 

 

 

 

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