Panorama |
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Es evidente que las cooperativas pueden contribuir a promover la participación de las mujeres en condiciones de igualdad
Las cooperativas deberían asegurar, mediante acciones positivas, que no existen barreras para ser socio por razón de sexo
Es poner en marcha un nuevo contrato social, que asegure la compatibilidad de las obligaciones familiares y profesionales en la vida de cada persona
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APORTACIONES MUTUAS DEL MOVIMIENTO FEMINISTA Y EL MOVIMIENTO COOPERATIVO Milú Vargas Escobar Milú Vargas es jurista nicaragüense. Ha sido Directora de la Asesoría Socio-Jurídica del Ministerio de Bienestar Social y Directora de la Asesoría Jurídica del Consejo de Estado. Tiene una larga trayectoria en organizaciones de mujeres en su país. El artículo es un extracto de la ponencia que la autora presentó en la Conferencia Iberoamericana de Integración Cooperativa, organizada por la Alianza Cooperativa Internacional en Madrid en noviembre de 1999. La declaración de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) sobre identidad cooperativa, define una cooperativa de la siguiente manera: "una cooperativa es una asociación autónoma de personas que se han unido de forma voluntaria para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales en común mediante una empresa de propiedad conjunta y de gestión democrática" Con sólo esta definición, es evidente que las cooperativas pueden contribuir a promover la participación de las mujeres en condiciones de igualdad y con ello a la transformación social. Lo expresa claramente, cuando dice que los socios de una cooperativa "satisfacen sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales en común". Aunque la mayoría existe principalmente para alcanzar fines económicos, tienen también metas sociales y culturales, por ejemplo: promover la paz, demostrar preocupación por el medio ambiente, ayudar a la gente con diferentes culturas, religiones, creencia política, y por supuesto contribuir al ideal de la igualdad entre hombres y mujeres, que redundará en una mejor forma de vida para sus socios y para sus comunidades. Si revisamos los valores de las cooperativas nos encontramos con lo siguiente: "las cooperativas están basadas en los valores de la autoayuda, la autorresponsabilidad, la democracia, la igualdad, la equidad y la solidaridad." Pareciera que estos valores están pensados para el desarrollo y empoderamiento de las mujeres. "La autoayuda", basada en la creencia de que todo el mundo puede y debe esforzarse por contralar su propio destino, que ligado con "la autoresponsabilidad", completan la confianza y en respeto fundamental por todos los seres humanos. En cuanto a "la democracia", las mujeres históricamente se han involucrado en las luchas por sociedades y espacios de participación, donde se permita la participación activa en las reflexiones y en las decisiones de los temas que no afectan directamente. El hecho de considerar que las cooperativas están basadas en "la igualdad" y "la equidad" reafirma el principio de la igualdad entre hombres y mujeres. Y por último, pero no porque sea lo menos importante, "la solidaridad". Tanto el movimiento cooperativo como el movimiento amplio de mujeres, comprenden que la solidaridad implica una responsabilidad con el interés colectivo y que es la afirmación de la fuerza colectiva y la responsabilidad mutua. Dentro de los principios cooperativos, está el compromiso con la comunidad, es decir, que las cooperativas, que son instituciones colectivas que existen en una determinada comunidad, tienen por lo tanto que establecer relaciones con esa comunidad y a la vez estar abiertas a los miembros de la comunidad a que pertenecen. Desde la iniciativa cooperativa de transformación social con sus aportes de: participación, transformación social, democratización social y económica, justicia, reparto equitativo de la renta, autonomía...no pueden estar ausente de un proyecto transformador como es el de alcanzar cada vez más relaciones igualitarias entre hombres y mujeres. Si revisamos compromiso de la Alianza Cooperativa Internacional, con las mujeres cooperativistas: "las cooperativas deberían asegurar, mediante acciones positivas, que no existen barreras para ser socio por razón de sexo. Además, las cooperativas deberían asegurar que las mujeres participan en igualdad númerica en sus programas de educación y desarrollo de liderazgo " (Declaración de la Alianza Cooperativa Internacional sobre la identidad cooperativa. Principios cooperativos - 1996 ) Vemos que esta declaración, que es muy clara y concreta, se pronuncia a favor de la igualdad y contra la discriminación por razones de sexo, en correspondencia con el artículo 14 y 9.2 de la constitución española. La declaración contiene dos compromisos muy importantes: A) las acciones positivas: es una estrategia temporal, que consiste en un tratamiento normativo formalmente desigual, favorable para las mujeres y que tiene por objeto alcanzar una situación real de igualdad de oportunidades. B) la democracia paritaria: es decir, la posibilidad de que obligatoriamente se establezca que hombres y mujeres sean elegidos para la representación política de una forma equilibrada, de tal manera que el porcentaje de representación no sea superior al 60% ni inferior al 40 % en ninguno de los dos sexos. Se trata de un elemento de profundización de la democracia y de una condición de ciudadanía entendida como la participación activa de todas/os las/os ciudadanas/os en la toma de decisiones y, por tanto, en la construcción de la sociedad a la que pertenece. De los anteriores compromisos podemos señalar los retos del coperativismo en relación a la participación de las mujeres, que he tomado de la Guía para la práctica de la coeducación en la cooperativa (editada por AMECOOP en 1998), y que a mi juicio compartimos infinidad de mujeres en el mundo:
El trabajo reproductivo, se refiere a las tareas y responsabilidades que tienen por objeto garantizar la reproducción y cuido de la especie: alimentación, bienestar emocional, cuidado sanitario, administración de los recursos. Se realiza prioritariamente en el espacio privado, y no es remunerado. El trabajo productivo, es el que se caracteriza por ser remunerado económicamente, se realiza en el espacio público, y genera prestigio social. Es poner en marcha un nuevo contrato social, que como parte esencial del mismo, además de asegurar la compatibilidad de las obligaciones familiares y profesionales en la vida de cada persona, se plantee la participación equilibrada de ambos sexos en la vida política, en los diferentes nivels de la sociedad. La mayoría de las mujeres carecemos de tiempo para el ocio y la participación politca o sindical, por ello es necesario el reparto equilibrado de tareas.
La comunicación entre las personas, no sólo traslada información objetiva, sino que trasmite valores sociales, normas, creencias, y prejuicios... relativas a nuestra cultura. Por ello hay que estar atenta para evitar la ambigüedad, es decir cuando no queda claro si nos referimos a hombres o mujeres; así como también el menosprecio, para la mujer, que se expresa en las conversaciones, en los insultos, en los tacos, en las bromas.
Podría establecerse en los documentos de las cooperativas un porcentaje de mujeres en los cargos de dirección en correspondecia con el número de socias que integran una cooperativa y promover y apoyar a las mujeres, no sólo para que se integren a la cooperativa sino para que ocupen cargos de dirección.
Tener un espacio propio y exclusivo de mujeres, es necesario para nuestro desarrollo, para poder compartir nuestras inquietudes, problemas y aspiraciones más sentidas. Porque la lucha de las mujeres se da en la vida cotidiana. En la vida de la mujeres se articula lo individual y lo colectivo, lo público y lo privado, las demandas inmediatas y las políticas generales. Las mujeres pensamos la política desde la vida y la dimensión personal, por eso la propuestas de las mujeres pasa por nuestra vida cotidiana, con la búsqueda de la satisfacción de nuestras necesidades en el centro mismo de nuestras experiencias y vivencias. La dinámica de los conflictos y del sufrimiento humano en la vida cotidiana son las condiciones más frecuentes que hacen posible la toma de conciencia y, en consecuencia, la transformación de la vida. Nuestra lucha apunta a nuestra propia transformación como seres humanos, a la transformación de los valores, prácticas cotidianas y al enriquecimiento personal. Por ello la democratización de la sociedad no se concibe sin la democratización de nuestras casas. Las mujeres decimos: es hora de promover una nueva manera de vivir en nuestras casas, una nueva manera de relacionarnos con nuestras familias, que se fundamente en el respeto a la dignidad humana como máximo valor, en el diálogo como mecanismo para la toma de decisiones y en la democracia cotidiana. Creo firmemente que sólo los cambios que lleguen a modificar la vida cotidiana en nuestras casas darán sólidas bases a la democracia que todas y todos estamos construyendo.
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