Experiencias |
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Alcanzar estos logros no ha sido fácil y es un ejemplo de cómo la organización y la autogestión hacen posible un desarrollo sostenible
Las mujeres son las auténticas promotoras del desarrollo económico, social y cultural de la zona
…con la provisión de ingresos extra podrán incrementar el número de socias y ampliar los microcréditos |
Una Cooperativa de Mujeres en el Salvador Elena Gil Bartolomé El Salvador tiene una superficie de 21.041 km2., es conocido como el “Pulgarcito” de América, está rodeado por Guatemala, Honduras y al sur con el Océano Pacífico. El río Lempa es su cauce fluvial de mayor longitud y el único navegable. El país está recorrido por dos cadenas montañosas de origen volcánico, una paralela al océano Pacífico y la segunda es la frontera con Honduras. Los movimientos sísmicos y las erupciones volcánicas acompañan la vida de sus gentes; todavía se arrastran las consecuencias de los terremotos sufridos en el 2001 que se unen a los restos del paso del Mitch en 1998. El clima es semitropical y el promedio anual de lluvias se extiende de mayo hasta octubre descargando aguaceros de gran intensidad que provocan “llenas” o riadas que anegan la zona de desembocadura de los ríos. Los recursos naturales son básicamente agrícolas y forestales. Entre ellos hay que destacar el café, algodón, maíz y la caña de azúcar. Entre las maderas de gran valor comercial están el roble negro, cedro, palosanto, caoba y el árbol del caucho. En la zona costera hay numerosos manglares, mango, naranjo, banano y plantas medicinales. Cuenta con una población, con datos del 2001, de 6.237.662 habitantes con la densidad más alta de Centroamérica. La esperanza de vida es de 66 años para los varones y 74 para las mujeres. El 40% de la población habita en el campo. El 94% de la población es mestiza, el 5% indígena y el 1% blancos de origen europeo. El idioma oficial es el español, aunque en zonas del interior parte de la población indígena se expresa en Náhuatl. El 51,35% son mujeres. La República de El Salvador está dividida en 14 departamentos agrupados por zonas; en la zona Oriental se encuentra el departamento de Usulután con una población de 314.079 habitantes. En el Cantón de El Zamorán de este departamento se encuentra la Comunidad de Nueva Esperanza. Es una comunidad peculiar, ya que está formada por familias campesinas de otras zonas de El Salvador que entre los años 1980 y 1982, como consecuencia de la salvaje represión del ejercito y su política de “tierra arrasada”, tuvieron que abandonar sus casas. Doscientas personas se refugian durante estos dos años en los sótanos de una Iglesia en San Salvador. En el transcurso de este tiempo de hacinamiento, sufrimiento y, por encima de todo, de solidaridad y autogestión, se van estableciendo los inicios de la comunidad. En 1982, con el apoyo internacional, se pueden exiliar a Nicaragua donde permanecen durante 9 años, trabajando en varias cooperativas agrícolas, pudiendo reanudar la educación de los hijos e hijas y organizarse para sacar adelante la comunidad. En 1991, cuando la presión mundial obliga al gobierno a sentarse a negociar el final de la guerra civil que asolaba El Salvador, el grupo regresa al país y, pese a la presión del ejército, se asienta en una antigua hacienda propiedad de un terrateniente. Al grupo inicial se les ha unido varias personas nicaragüenses con las que han compartido vida y lucha, lisiados, excombatientes guerrilleros y ex-militares. Los inicios no son fáciles, ya que hay que comenzar por “despalar” la selva para poder colocar unas champas de palos y plásticos para vivir, y preparar los campos para poder cultivar. La solidaridad internacional hizo posible su supervivencia hasta la primera cosecha. Después de 12 años, la Comunidad ha duplicado su población, todas las familias tienen viviendas de bloque y uralita y suelos de cemento, disponen de letrinas aboneras, agua potable y, la mayoría, electricidad. Se ha conseguido construir una escuela y un instituto, ambos con transporte gratuito para las comunidades de la zona, un dispensario médico, un taller de costura que comercializa sus productos, un comedor popular, biblioteca, una clínica odontológica y una cooperativa agrícola que por su gestión permite que todas las familias tengan unos ingresos mínimos que aseguren una vida digna. Alcanzar estos logros no ha sido fácil y es un ejemplo de cómo la organización y la autogestión hacen posible un desarrollo sostenible. El éxito de esta iniciativa, que sigue creciendo y desarrollándose, ha sido posible gracias al papel protagonista de las mujeres desde el refugio en los sótanos, durante el exilio, en la guerra y a la vuelta. Durante la guerra perdieron compañeros, padres, hermanos, hermanas e hijos, muchas de ellas se unieron al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional luchando por cambiar las cosas y lograr un reparto equitativo de las tierras y el fin de la dictadura. Estos años les ha hecho conscientes de sus derechos, y en la actualidad tienen el reconocimiento de titularidad de las tierras, son las propietarias, las trabajan y deciden lo que ocurre en la cooperativa y en la comunidad como ciudadanas en igualdad con los varones. Siguen teniendo en sus espaldas el cuidado de la familia, pero están consiguiendo que sus hijos e hijas caminen hacia el reparto equitativo de todo el trabajo. Más de la mitad de los estudiantes de todos los niveles son mujeres, incluidas las universitarias, que durante los fines de semana comparten y apoyan el desarrollo de su comunidad y de toda la zona. La otra faceta en la que han logrado un papel fundamental es la social, la comunitaria. Están presentes de forma activa en las juntas directivas tanto de la cooperativa como de la comunidad, como representantes de la comunidad en los organismos asociativos de defensa del Bajo Lempa, y siendo auténticas promotoras del desarrollo económico, social y cultural. Un claro ejemplo es la Cooperativa de aprovisionamiento, ahorro, crédito y consumo de mujeres del Bajo Lempa “Marta González – en memoria de una médica española asesinada por el ejército en 1990 -, que nace en 1993 por iniciativa de un grupo de mujeres campesinas que vivieron el conflicto y sus consecuencias, muchas de ellas están solas con una media de 3 menores a su cargo, y que no tenían acceso a los créditos bancarios ni a las redes de comercialización del ganado. En la actualidad son 256 socias de 17 comunidades distintas que funcionan con microcréditos para la compra de terneros y vacas, que engordan en los pastos, y que posteriormente venden en el mercado de Usulután. La repercusión que esta cooperativa ha tenido para todas las comunidades es enorme, no sólo ha mejorado la salud de sus familias, ya que disponen de leche, sino que con el dinero de la venta del ganado pueden comprar alimentos que permitan completar la dieta básica a base de maíz, arroz y frijoles; ofrecen la posibilidad de dar educación a sus hijos e hijas, mejorar las viviendas y poder afrontar los gastos médicos. Pero la cooperativa no se queda sólo en dar un apoyo económico, sino que tiene por misión su desarrollo como mujeres, por lo que tiene establecidos de forma mensual, cursos de capacitación para las socias. Entre ellos destacan los de género, con el objeto de que las mujeres vayan siendo conscientes de sus derechos en una sociedad marcadamente machista, donde un hombre demuestra que lo es cuando pega a su compañera. Es impresionante asistir a una de estas sesiones donde acuden mujeres desde los 74 años hasta jóvenes de 17 años, muchas con sus bebes, que mientras duran las sesiones otras compañeras se encargan de atender. Además de esta formación que se desarrolla durante todo el año, se imparten capacitaciones técnicas para atender correctamente a los animales, sino que también hay cursos más especializados con conocimientos básicos veterinarios. Este último año, y por petición de las propias socias, se han incluido cursos de peluquería y estética. El esfuerzo y la ilusión con la que participan es un indicador de lo que está suponiendo para ellas, ya que antes de acudir a las sesiones, se han levantado muchas de ellas a las 4 de la mañana, han preparado el desayuno y la comida, han llevado el ganado a los pastos, han preparado a sus hijos más pequeños y han caminado durante más de una hora para esperar a que alguna “Toyota” las acerque hasta la sede de la cooperativa, y cuando acaban, de regreso a repetir todo. La cooperativa ha comenzado el proceso de lograr su consolidación y autofinanciación, y poder extender sus actividades y alcance a otras zonas campesinas de El Salvador. Para lograrlo han abierto un centro de venta de productos fitosanitarios tanto para el ganado como para los cultivos, que es el único de la zona, y al que acuden tanto las propias mujeres como las cooperativas de varones de todo el Lempa, que también les están pidiendo que presten servicios de cuidados veterinarios para todos los productores ganaderos. El espíritu de cooperación con todas las organizaciones con objeto de lograr mejores condiciones para todos y todas, las ha llevado a prestar sus instalaciones no sólo a la agrupación de cooperativas de varones, sino también a otras organizaciones de cooperación, con los que están planificando un desarrollo integral de la zona. El futuro es prometedor, ya han comenzado a probar con diversos pastos, con objeto de mejorar la cría del ganado, están estableciendo grupos de trabajo por comunidades, para liberar a más mujeres; van a realizar más cursos de capacitación técnica con objeto de poder cobrar por los servicios de veterinaria; van a ampliar el centro fitosanitario para mejorar su política de compras y poder prestar un mejor servicio; con esta previsión de ingresos extras podrán incrementar el número de socias y ampliar los microcréditos no sólo para adquirir ganado, sino también para otras actividades económicas que hasta ahora están realizando las mujeres de forma precaria. Y un elemento fundamental, adquirir un camión para la compra y venta del ganado, de forma que no tengan que depender de los “coyotes” que se quedan un porcentaje importante del precio de las reses. Estas mujeres y esta comunidad son un ejemplo de cómo, cuando a la organización, la autogestión y el espíritu de cooperación se les deja trabajar, el desarrollo, la tolerancia y la convivencia entre todas las personas, aunque en un pasado hayan sido enemigas, es posible. |