Sin Fronteras

 

volver al sumario
nº 4 · 2002

 

 

 

 

 

 

 

 

La verdad que yo no sabía las características políticas del PCE, yo sabía que yo era de izquierdas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El proletariado español estaba muy, muy empobrecido y además muy explotado

 

 

 

 

 

 

 

Una voz despierta: entrevista a Manuela del Arco


Manuela del Arco es militante comunista. Lo es desde el año 1931, cuando tenía 16 años, y lo sigue siendo hoy en día. Manuela ha sido noticia en estos últimos meses por la publicación reciente del libro de Dulce Chacón, La Voz Dormida. Hemos querido, a través de una entrevista con ella, recoger parte de su biografía de mujer militante y comprometida, una parte pequeña, pero muy importante para las mujeres que vivimos otra época y que tenemos, por no haber podido escuchar estas voces silenciadas, lagunas fundamentales en nuestra memoria histórica y política.

Entrevistadora: ¿Cómo fue que una chica de dieciséis años comienza a militar en Mujeres antifascistas?

Manolita: Pues no lo sé. Yo era de izquierdas, eso desde luego. Pero tampoco venía de una familia militante ni nada. Te voy a contar una anécdota. Yo tenía que venir desde el colegio desde la calle de San Mateo hasta Caracas y una parte del trayecto iba por Santa Engracia. Y venía por la acera del convento, e iban falangistas repartiendo propaganda, de eso me acuerdo muy bien. Y me dieron un panfleto y yo leí Falange y lo tiré al suelo......y me dieron un bofetón que llegué a mi casa llorando, vamos: no llorando a moco tendido, llegué con un miedo espantoso. Me dijo mi tía “¿qué te ha pasado? ¿Qué te ha pasado?”. “Pues nada es que un chico, un chaval jovencillo, me ha dado un bofetón y...”. “Pero ¿y por qué..... es que eres tonta? ¿Qué has hecho?” me decía. “Pues me ha dado una propaganda de Falange y la he tirado al suelo”. 

E: Y esa fue tu primera bofetada.

M: Mi primera bofetada no, mi primera entrada en fuego. Bueno empecé en la Asociación de mujeres antifascistas, bueno....unos días nada más, y un día llegaron allí unos compañeros que eran del PC, precisamente. Yo era la más joven, pues las que me seguían en edad tenían 20 años, 21, 30 ó más....claro. Y dijo: “Si alguna de vosotras supiera escribir un poquito a máquina, pues....hacía falta en el Estado Mayor del Batallón HP”. Y fui al Estado Mayor. Y estando allí, en octubre, me acuerdo perfectamente, llegaron dos camaradas, y me dijeron que si quería ingresar en el PC. ”¿Cuántos años tienes?” ....”Dieciséis”. Ah! Pero es que no puedes ingresar en el PC, porque con dieciséis años tienes que ingresar en las juventudes.....y dije: “No, no, yo no.....yo ingreso en el PC y sino no ingreso en ninguna parte, yo voy a trabajar igual, igual....no ingreso en ninguna parte....”. “Bueno, pues vas a ingresar en el PC, ¿Te parece bien?...”. La verdad que yo no sabía las características políticas del PC, como tampoco sabía la de los partidos comunistas, yo sabía que yo era de izquierdas, eso sí que lo tenía clarísimo y que yo quería colaborar, que yo quería hacer lo que fuera, que fuera correcto.....vamos. Y total que ingresé, en octubre del 36 ingresé en el PC.

E: Tú empezaste a militar con la guerra ya casi, ¿no? ¿Cómo fue la época de la República?

M: La República la recibimos... yo tenía... aún no había cumplido once años. Claro, fue en el 31, el catorce de abril... y el 20 de abril yo cumplía once años. Yo la recuerdo... pues eso, que se ve que yo ya llevaba algún gen, porque casualmente al colegio que iba, era privado, estaba en frente de mi casa cruzando Santa Engracia, teníamos una directora muy maja, muy maja, muy buena directora y buena persona, y además de izquierdas. Vamos, eso no lo sabía yo entonces. Pero coincidió que se proclama la república.....bueno ya a partir del 12 de abril se ganan las elecciones municipales, y ya en Madrid empieza a haber efervescencia, y eso hasta los niños lo percibían. En el 31 las elecciones municipales las gana la Izquierda, y entonces ya está la efervescencia, y efectivamente el 14 de abril se proclama la República en España. El colegio mío era una casa muy antigua, preciosa, tenía una balaustrada..un balcón muy grande, de madera y de piedra, precioso, y de repente allí la directora puso una bandera Republicana....

De repente fue una euforia tremenda, una alegría tremenda. Se proclama la república, se hace una constitución, la del 31, y se piensa la gente de España que ya..., la gente esperaba que la República resolvería todos los problemas, olvidándose de que había un ejército muy fuerte en España y había un Clero, que como pasa ahora, eran poderes fácticos, tanto el ejército como el clero.

Y claro, un Régimen, porque cambie de la noche a la mañana no quiere decir que de la noche a la mañana lo pueda resolver todo. Yo entonces no lo comprendía pero lo comprendí después, y todos los de la República esperaban todo, y no se puede esperar todo. Eso ya te das cuenta después, de que no......de que es imposible, vamos. Había una efervescencia por todo: por falta de trabajo, por falta de lo más elemental en cantidad de casas. El trabajador ganaba muy poco, no había comodidades, había una situación bastante difícil, y había mucho paro también. 

Entonces ya ahí empiezan los problemas de huelgas, en el 34 la revolución de Asturias, siguen las persecuciones, meten a mucha gente en la cárcel. Y hay muchas huelgas, muchas huelgas, de la construcción esencialmente, porque siempre ha sido el sector más... el que más se ha movilizado y al mismo tiempo el que más deprimido ha estado siempre... Lo que se veía en Madrid cuando pasabas por delante de una casa en construcción, era que iba la mujer con un pucherito donde llevaba el cocido y lo comía con su marido ahí en el tajo. Y el cocido era un poquito de garbanzos, diez céntimos de tocino, quince céntimos de carne y poco más es lo que se comía. Pero esa era la clase proletaria, el proletariado español que estaba muy, muy empobrecido y además muy explotado, puesto que además la parte del clero y los poderes militares seguían exactamente igual...

A partir del 34 y de la Revolución de Asturias la gente sí se empezó ya a renovar. El Partido Comunista de España hizo un trabajo muy bueno, muy bueno... y que conste que no lo digo yo porque sea del partido comunista, eh? Fue real. Se organizó entonces, Dolores Ibárruri como presidenta, una infancia obrera, que trajo a cantidad de niños a Madrid y a otros sitios donde los querían acoger, porque fueron miles de niños que se quedaron huérfanos de la cantidad de mineros que mataron y la cantidad de mineros que encerraron en la cárcel. Eso ya fue un revulsivo en España que yo creo que fue lo que trajo el que las fuerzas democráticas se unieran en las elecciones del 36, se crease el Frente Popular, que aquello fue una consigna. Esa consigna vino de Jorge Dimitro que dijo en una de sus muchas intervenciones “Frente Popular de todo el mundo”. Y al crearse aquí en España el Frente Popular, eso fue lo que dio el triunfo a las izquierdas, el que todas las izquierdas estuvieran unidas. Entonces claro, el batacazo de la derecha y el batacazo de los falangistas, que no estaban unidos, pues fue catastrófico. Y entonces ya es cuando los militares dijeron “no podemos continuar así, no podemos permitir que la República sea la que mande en España y nos quite todos nuestros poderes, nuestras prebendas”, sigue el problema de huelgas a pesar del Frente Popular, y siguen problemas... Dolores Ibárruri era diputada, surgen unas discusiones muy fuertes en el Congreso, y es cuando se produce la muerte de Calvo Sotelo.

E. Y la guerra. Durante la guerra, hacen todo ese trabajo político. Se continúa, el Partido Comunista y supongo que otros, haciendo todo ese trabajo político que pensaban que serviría aunque se perdiera la guerra, no?

M: Bueno, yo en principio, no creí que perderíamos la guerra. Es que el día antes de entrar Franco en Madrid yo estaba segura de que ganábamos la guerra, segurísima, vaya. 

E.: Nadie se lo esperaba...

M.: Yo acabé la guerra en la cárcel, porque se produjo el golpe de Casado. Existían dentro de Madrid diferentes posiciones entre las fuerzas que defendían a los que habían ido a hablar con Franco y los que defendían que había que mantener la República, pues a todos los que manteníamos que había que defender la República nos metieron en la cárcel, a todos los que pudieron, vaya. El cinco de marzo se declara un levantamiento de militares fascistas en Cartagena, entonces muchas de las fuerzas que defendían Madrid y sus alrededores tuvieron que desplazarse a Cartagena para sofocar el levantamiento. Entonces Madrid se queda menos cubierto, y entonces el día cinco de marzo, se crea la Junta de Casado, una Junta que dirige el coronel Casado, en la que interviene Miaja, interviene Cipriano Mera, que era anarquista, interviene desgraciadamente Besteiro, que era socialista. 

E: ¿Pero eso en la guerra?

M: Sí, el cinco de marzo del 39. Y entonces el día seis de marzo yo me fui tan tranquila a trabajar al Comité Central a la Comisión de Cuadros a las nueve de la mañana y me pidieron la documentación en la calle Serrano, al ir a entrar allí. Y yo pues... dos señores me piden la documentación y no le di la mayor importancia y empecé a sacar la documentación. Pues tenía el carnet del PCE, mi carnet del Socorro Rojo, mi carnet de la UGT, el carnet de amigos de la Unión Soviética, yo qué sé... 

E.: Vamos, que no te podían confundir.

M.: Sí. Y entonces me dicen “pues queda usted detenida”. Y digo yo “ah, sí?” Y ellos “son sólo unas preguntas”. Y me detuvieron entonces, como a mí a muchos. Me llevaron a una comisaría, ya estábamos allí, me acuerdo que no podíamos ni siquiera sentarnos, porque era una comisaría... una habitación grande, un poco como ésta, yo qué sé, lo que sé es que no nos podíamos ni sentar, que estábamos como cuando vas en el Metro en hora punta, igual. Digo “qué pasa?”, “nada, el golpe de Estado de Casado, que nos han detenido por eso, por ser comunistas”, ésa era la razón. Y salimos el día 27 de marzo en libertad y ya nunca se me olvida que ya desde la cárcel... no fui a mi casa ya, porque ya veía yo que por la calle había algún cura, algún tricornio, y yo recuerdo que todo el tiempo hasta que llegué iba llorando, todo el tiempo. Porque dije “ya están aquí los fascistas”. 

E.: ¿Y no lo sabían? O sea, entraron en la cárcel y cuando salieron ya estaba...

M: No, cuando entramos en la cárcel no sabíamos por qué entrábamos en la cárcel. Nos metieron porque a todo el comunista que podían coger... nos metieron a todos los comunistas... 

Después de aquello, al poco tiempo, me detuvieron los falangistas y nada, pues me llevaron a un sitio en la calle Almagro y... pues no tratan bien, ya sabes, en esos casos no te tratan bien. No me hagas mucho repetir eso que ya está hasta la saciedad dicho... Y allí me tuvieron... creo que salí libre en mi cumpleaños, el día 20 de abril. Salí, me pusieron en libertad, me acompañó la policía a la casa donde me habían detenido, que era una tía mía también, tuve que firmar un papel donde me comprometía, vamos, me comprometía no, me ordenaban, que me tenía que presentar todos los días a las cuatro de la tarde en aquel lugar con el fin de “recobrar la memoria”, porque es que yo no me acordaba de los nombres de la gente con la que había trabajado... (risas). No me acordaba, yo decía que yo trabajaba allí, yo les dije que yo trabajaba allí porque mis tíos no tenían dinero. Mis tíos tenían una carbonería, allí en Caracas, y mi tía inmediatamente al empezar la guerra cedió la carbonería a una cooperativa socialista donde almacenaban víveres para luego repartir. De hecho no tenían dinero, no es que yo lo dijera. Y yo dije que no, que yo entré a trabajar en donde trabajaba porque a mí me daban un sueldo y yo con eso podía ayudar a mis tíos, que eso lo podían ellos averiguar y tal. Pero entonces... yo no me acordaba, claro, porque había tanta gente... y cómo me voy a acordar yo de tanta gente... les decía “a lo mejor si los veo a lo mejor me acuerdo, pero así de repente... y además estoy un poco aturdida aquí. Y de vez en cuando te dan una torta y te aturden más... una torta o algo más. No sé, yo no me acuerdo, y además a mí nadie me puede denunciar porque yo lo único que he hecho ha sido trabajar y nada más”, decía. 

E.: Supongo que estuviste poco tiempo presentándote a las cuatro de la tarde, no?

M.: Ni un día me presenté. Me fui al día siguiente. Al día siguiente a través de un familiar, de una tía mía, de una prima de mi madre, vamos, me sacaron un billete de tren y me fui a Bilbao. Me marché aquella noche. Tardé 24 horas en llegar a Bilbao. En el tren, claro, el tren tardaba mucho... y además iba en tercera y porque no había cuarta, pero iba ahí. Y me pasé casi todo el viaje metida en el baño...

E.: Para que no te pidieran el salvoconducto...

M.: Claro, porque pedían a cada momento... y entonces me iba al baño y ahí me estaba un buen rato... y la gente golpeando con el puño en el baño, para que abriese, pero yo nada, porque si me cogen, me cogen, claro. Y no, llegué a Bilbao. ¡24 horas!

E.: ¿Y no pensaste irte?

M.: No, no pensé, no... no se me pasó por la imaginación irme. Desde Bilbao tuve ocasión, a través de unos camaradas, en San Sebastían tuve ocasión...

E: Porque la gente que conocías se estaría marchando... mucha gente, no?

Manoli: Sí, mucha gente se había ido... afortunadamente, porque te mataban. A mí si me vuelven a coger, simplemente por lo que yo había hecho, me hubieran fusilado. Yo no había hecho nada que no hicieran... no había cogido un arma... Bueno, aprendí a manejar el fusil y la ametralladora, pero no lo empleé nunca, vamos, que yo no había disparado un tiro, ni había denunciado a nadie ni nada de eso...

Y llegué a Bilbao y ahí en Bilbao inmediatamente, a través de mi madre precisamente, porque mi madre conocía gente...Y así me puse yo en contacto ya, enseguida de llegar a Bilbao, y ya empecé a trabajar en la clandestinidad. Ahí empezó ya mi historia en la clandestinidad, que es una historia normal y corriente, como la de casi todo el mundo, no? No he puesto bombas...

E.: Sí, pero muy difícil, no? Porque... se debía de pasar mucho miedo...

M.: Hombre, claro, porque estás... Mira, yo ahora pienso, a la edad que tengo, y ya hace veinte años lo pensaba, que yo eso no lo haría ahora..., me refiero a escaparme de un lado a otro.

E.: Te da miedo ahora, pensar lo que hacías.

M.: ¡Y cómo lo hacía! Porque yo por ejemplo iba de Bilbao a San Sebastián y mi trabajo era llevar correo, documentos del partido, traer cosas desde Francia. Estuve así varios años. Hasta el 42 en que me detuvieron y me incluyeron en un expediente que no era el mío. Yo tenía 22 años. Y me condenaron a muerte. Después me conmutaron la pena y estuve 18 años en la cárcel, salí con 40 años.


El trabajo organizativo que Manolita hizo en la cárcel junto con otras compañeras, la relación con las presas comunes a las que apoyaban, las clases que impartían para enseñar a otras presas a leer y escribir, las charlas sobre política, las huelgas de hambre organizadas, hacen decir a Manolita que la cárcel para muchas fue una escuela. Y que le sorprende que la gente piense que la cárcel es un conjunto de horas muertas porque a ellas les faltaba tiempo para hacer todo lo que querían hacer. Es una muestra más de cómo esta mujer consiguió extraer hasta de las peores experiencias espacios de aprendizaje y de organización para continuar con su lucha. Cómo su visión positiva de las cosas y el arraigo de sus convicciones se impusieron al frío, a los maltratos, a la nula o escasa atención médica, a los castigos y a los traslados de cárcel constantes. 

Sorprende la entereza de sus convicciones en un ideario y en un partido que, como ella, vió cortado su proyecto por la guerra y ese corte parece que fue definitivo para su salud. 

Sorprende la sencillez con que relata su historia en la clandestinidad, incluso diciendo “es una historia normal y corriente, como la de casi todo el mundo ¿no?”.

No es una historia normal y corriente la de todas estas mujeres a las que ahora se comienza a reconocer y a visibilizar, gracias al trabajo de autoras como Dulce Chacón, *, lo que sin duda es insuficiente para compensar el olvido de sus voces y de sus ideas.

Poder charlar con una de ellas, con Manolita, durante algunas horas nos ha parecido poco. Poco para recoger toda la experiencia de esta mujer que comenzó a defender sus ideales con 16 años y que, aunque ella insiste en que “ahora no hago nada, eso quiero que quede bien claro, sólo tengo el carnet”, la realidad es que hace mucho manteniendo vivas las convicciones que animaron su vida y que le valieron estar perseguida, encarcelada durante 18 años, pero que siguen haciendo de ella una voz bien despierta.